La historia la voy a postear cuando tenga un ratito de tiempo para escribirla.
Supongo que sera un capitulo por semana o uno cada dos.
Espero que les guste :D
Comenten!

P.D: aah y nose si tengo que aclararles que lean de abaro para arriba :P el prologo es antes del primer capitulo

Capítulo 3

Descubrimientos

- Estabas soñando, Marilin

- Era tan real, tan real – Dije entre sollozos

- Ya pasó, era solo una pesadilla

Estaba bastante aturdida, seguía sin entender nada y estaba a punto deponerme a llorar.

- Quiero estar sola Wes

- ¿En serio? No tengo problema en estar contigo

Pero YO si –Pensé- ¿Hacía esto para que yo lo quiera? No lo sabia, pero parecía.

- Si, es en serio. Déjame sola, por favor.

- Está bien – Dijo rindiéndose – Por si acaso, estoy abajo

Estaba por salir de mi habitación cuando recordé algo

- Espera, Wes

- ¿Si?

-¿Está bien mamá?

- Si, fue al restaurant a trabajar. ¿Por qué?

- No lo sé, solo quería saber

En realidad, solo quería asegurarme de que mi pesadilla solo quedaba en mi mente.

- Bueno Mar, te dejo sola – Parecía como que le costara hacerlo, pero igualmente salió de mi cuarto y cerró la puerta a su paso.

Eran las diez de la mañana. Ya no podría dormirme, así que me incorporé y me dirigí al baño.

Me lavé la cara y preparé la bañera. Un baño no me vendría nada mal para despejar mi mente.

Mientras esperaba que se llenara, tomé la ropa que me pondría después y prendí el ordenador, la bañera tardaría bastante en llenarse, por el tamaño que tenía.

Esta vez, no estaban ni Eli ni Rachel, por lo tanto me limité a revisar el correo. Tenía algunos mails spam, pero ninguno importante.

Cuando ya no supe que hacer, lo apagué de nuevo.

No sabía que hacer para matar el rato, tal vez podría bajar a desayunar algo.

Salí de mi cuarto y bajé las escaleras. Tenía al menos veinte minutos más, pero no iba a comer algo elaborado.

Saqué un vaso del estante y lo puse sobre la mesada. Fui hasta la heladera, tome la leche, la vertí en el vaso y volví a guardarla en la heladera.

Agarré el vaso y lo llevé a la mesa, junto con un par de galletas con chocolate que había preparado mi madre.

Desayuné en silencio, escuchando el sonido de las cajas que estaba corriendo Wes para acomodar las cosas de la mudanza.

Me tomé mi tiempo y lavé todo cuando terminé.

El baño ya debería estar listo.

Subí y fui a mi cuarto. Tomé la ropa y la llevé al baño.

El agua ya estaba tibia y cristalina lista para que yo entrara a bañarme.



- ¿Marilin? – Gritó Wes desde donde sea que estuviera - ¿Estas en tu habitación?

- Si, acabo de terminar de bañarme. ¿Qué sucede?

- Estoy muy ocupado con la mudanza como para cocinar algo ¿Te molestaría ir al restaurant a almorzar con tu madre?

Con tal de no estar con él…

-Para nada- Respondí

En cinco minutos yo ya estaba abajo y fuera de mi casa.

Era mi segundo día en este barrio privado, por lo tanto, no conocía nada.

Tendría que encontrar el restaurant por cuenta propia. Mi madre mencionó que estaba cerca de la plaza pero ¿Y la plaza?

Caminé hacia lo que parecía ser el “centro” un buen rato, hasta que a lo lejos vi a unos niños corriendo y algunos juegos infantiles. Esa debería ser la plaza.

Cuando me acerqué más, lo reconocí.

Estaba sentado en una de las hamacas, inmóvil, con los codos apoyados en las rodillas y las manos ahuecadas, sosteniendo su cabeza. Parecía pensativo, tan hermoso.

No sabía si ir a saludarlo o solo pasar por al lado. Pero entonces, como si me hubiera escuchado, levantó la cabeza, me miró y sonrió.

No pude evitar sonreírle en respuesta, y caminar hacia las hamacas para estar con él.

Cuando estuve lo bastante cerca para escucharlo, me dijo:

- Hola, Marilin

- Hola Jeremy, por favor, dime Mar

- Está bien, Mar – Y volvió a sonreír. Era más hermoso aún cuando lo hacía. Dejaba al descubierto sus perfectos y blancos dientes. Se le formaban hoyuelos en las mejillas, que lo hacían parecer más pequeño.

- Gracias

- ¿Vives por aquí cerca?

- Si, a algunas cuadras. ¿Y tú?

- También – Pero paso más tiempo fuera que dentro. Mis padres no están pasando un buen momento y el ambiente se torna muy insoportable en mi casa, estos días.

¿Por qué me contaba todo esto?

L e hice una mueca que decía “lo siento”

- Yo ahora estaba yendo al restaurant a comer algo

- Que extraño ¿No te dan de comer en tu casa? – Río entre dientes y yo también.

- Es que mi madre trabaja allí, y mi… padrastro –me costó un poco decirlo – Está ocupado con las cosas de la mudanza

- ¿Puede ser que Samanta sea tu madre?

- Si ¿Por qué?

- Son algo parecidas

-¿La conoces?

- La vi pasar hoy temprano y un cliente preguntó por su nombre y yo escuché…

- Ah – No se me ocurría nada que decir – Bueno, no se si has almorzado ya, pero si quieres puedes venir conmigo al restaurant

- Me encantaría, gracias

Otra vez su sonrisa casi me ciega. Creo que era lo más hermoso de toda su cara, aunque era muy difícil de decidir, ya que era perfecto.

Caminamos en silencio, un poco incómodos, hasta que entramos al restaurant

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