Prólogo
¿Quién lo diría? Ni si quiera yo soy capaz de creerme lo que estoy a punto de hacer. Lo que estamos a punto de hacer.
-¡Mamá!- Repetí por tercera vez- ¿Por qué tengo que mudarme con ustedes? Sabes lo poco que me gusta Wes como para compartir este único año que me queda para cumplir la mayoría de edad y así largarme de una vez por todas
Wes, el nuevo novio de mi madre había decidido muy apresuradamente, para mi gusto, proponerle matrimonio e irse a vivir a un lujoso barrio privado.
Ni una pizca de mi ser soportaba la presencia de este hombre. Mi metabolismo no lo aceptaba, sin darme ninguna explicación del porqué.
Pero claro, para que gastar más saliva diciéndoselo a mi madre por cuarta vez en el día.
- Hija, no quiero seguir escuchando tus quejas de Wes. Y claro, tienes razón. Cuando cumplas los 18 eres libre de vivir en donde quieras, pero mientras estés viviendo conmigo, te prohíbo faltarle el respeto a tu padre.
-¡El no es mi padre! – Exploté – Y nunca lo será – Enfaticé mi enfado en la palabra nunca, para ver si de una vez por todas se convencía de este hecho.
-¿De eso se trata? ¿De tu padre? Sabes muy bien que yo no tuve nada que ver con lo que le pasó y mucho menos Wes, así que ya deja de tratarlo como si tuviera lepra ¿Quieres?
No contesté y me fui mascullando en dirección al auto.
- No estés así Marlín- Me dijo Wes cuando subí al auto- Cuando veas la casa, no opinarás los mismo que ahora
- Es muy hermosa – Interrumpió mi madre – Tu cuarto tiene vista a la piscina
Me prometí a mi misma no abrir el pico durante todo el trayecto.
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