La llegada
Por una vez estaba de acuerdo con mi madre. Era hermosa.
- ¡Llegamos!- Anunció mi madre - ¿Y? ¿Que te parece Mar?
Estaba atónita. Sin dudas no era ni el triple de hermosa de lo que era nuestra antigua casa, así que solo logre pronunciar un bien en voz baja.
Todo estaba muy tranquilo mientras bajábamos las maletas. No había ruidos de bocinas como en la ciudad, solo se escuchaban las vocecitas de unos niños jugando muy a lo lejos.
- Wow- dije cuando entramos. Claramente no me esperaba esto. Maldición, esta vez sí que tenían razón – Que bonita.
- ¿Te gusta? – Me pregunto Wes. Atisbé una nota de “te lo dije” en su voz, pero no tenía ganas de discutir.
- Espera a ver tu cuarto- Dijo mi madre con una clara nota de emoción en sus palabras.
- Vale, entonces, vamos a verlo
Sinceramente, quería tirarme en mi nueva cama, si es que ya tenía una, y dormir. El viaje me había dejado agotada. Demostrar mi sorpresa por la habitación, desempacar y dormir. Eso era lo que iba a hacer.
Por tercera vez en una hora, tendría que admitirlo, tenían absolutamente toda la razón. La piscina fue lo que primero llamó mi atención. Se veía enorme atreves del ventanal y sentí una sensación de calidez al ver el vapor que desprendía.
Tal vez antes de dormir pueda aprovecharla, pensé en mi fuero interno.
- Bueno linda- Puse mala cara, pero no lograron verla porque estaba de espaldas a ellos. No me agradaba nada que Wes me llamara linda – Te dejaremos a solas para que puedas cambiarte y organizar tus cosas. Estaremos abajo
- Losé, no tengo 7 años
- Cariño – La expresión de mi madre era una parecida a: “No me hagas quedar fatal con mi nuevo novio, después de lo que hablamos, hijita”. Tal vez la belleza de la casa me ayudara a superar este año que me quedaba por delante. Igualmente, sería difícil.
- Si, losé mamá.
Mi madre se acercó y me dio un beso en la frente.
- Estaremos abajo – Me recordó
Dios mío, que exageración. Como si me fuera a vivir a la Antártida y no me viera el rostro por 3 años.
Comencé a desempacar cuando cerraron la puerta detrás de ellos y sus pasos hicieron eco en la gran casa vacía.
Tenía un largo rato para mí misma, así que tome mi neceser de higiene personal y me fui a explorar el enorme baño.
Era muy lujoso, como toda la casa. Al entrar, lo primero que se apreciaba era el gran jacuzzi.
- Oh, mi dios- Exclamé sorprendida. Otra vez.
Al abrir un poco más la puerta, se podía ver el retrete y a su lado, un –innecesariamente- gigantesco espejo. Había pequeños estantecitos de madera entre el espejo y el lavabo llenos de perfumes caros y muchísimo maquillaje. En fin, era el baño que toda mujer querría. Yo lo tenía.
Esta habitación se conectaba con el vestidor, que para mi sorpresa, en una percha alejada había un hermoso vestido que yo ya había visto antes, en un escaparate en el centro de Wonderwalld, mi antigua ciudad. Me acerque para observarlo mejor y me percaté de la tarjeta que colgaba de uno de los breteles. Esta rezaba:
“Espero que después de este regalo, te resulte un poco menos incómodo convivir conmigo.Wes”
Claro que era de Wes. No se me ocurría otra persona que intentara comprarme con un hermoso vestido.
Me dirigí a mi maleta para empezar a desempacar.
No había traído mucha ropa. En Wonderwalld ni siquiera tenía la suficiente como para llenar mi viejo armario y ahora pretendían que llene todo un vestidor. Oh, claro, seguramente el amable Wes me compraría todo lo que quisiera con tal de quedar bien con mi madre y conmigo. No lo soportaba, ¿ya lo mencioné?
Después de sacar toda la ropa de la maleta, me dediqué a colocar los portarretratos con las fotos de mis amigos de Wonderwalld –que tampoco eran muchos- en mi mesa de noche.
Vivíamos en un pueblo bastante pequeño como para conocer nueva gente, nuevos adolecentes con quien compartir mi vida. Por suerte, mi madre tenía mucho trabajo cuando yo era niña como para cuidar de mí, así que me pasaba el día entero en la guardería o en el jardín de infantes. Allí conocía a Eli y a Rachel, mis dos mejores amigas.
Luego fuimos juntas a la primeria, y hasta el día de ayer, compartíamos la secundaria.
Las voy a extrañar, si, pero por suerte, tenía un ordenador con internet móvil para comunicarnos todos los días.
Después de unos minutos, terminé de sacar todo de mi maleta, así que tomé el traje de baño de mi nuevo vestidor y me dirigí al baño para ponérmelo.
Salí un par de minutos después, ya lista para ir a nadar un rato en la piscina.
Mientras bajaba las escaleras, me di cuenta del rico aroma que provenía de la cocina. Mama debería de estar cocinando, muy poco original en ella.
Mi madre trabajaba de chef principal en el mejor restaurant de Wonderwalld, cocina recetas exquisitas, a todo el mundo le gustaba cualquier cosa que ella hiciera.
Ahora trabajaría en el único restaurant que había en este barrio privado, con un salario un poco más elevado que en su anterior empleo, pero a quien le importaba su salario teniendo un marido millonario como Wes.
A veces me pregunto si mamá realmente está enamorada de él, aunque no la veo capaz de casarse otra vez, solo por el dinero. Para ella el matrimonio era el símbolo más importante de unión entre dos personas, lo máximo a lo que puede llegar a ser una relación verdadera.
- ¿Vas a la piscina, cariño?
- Si, mamá.
- Vale, en 20 minutos estará lista la cena
- Volveré dentro de 20 minutos entonces
-¿Caminarás así por toda la calle hasta llegar a la piscina, cielo?
Puse los ojos en blanco y subí corriendo las escaleras para recoger una remera blanca y unos shorts que había dejado desparramados por el suelo.
- ¿Mejor?
- Si – Rió entre dientes y luego añadió- ¡Que te diviertas!
-Vale, vale.
La piscina no estaba muy lejos de mi nueva casa, me guié por la ventana de mi cuarto, ya que si desde allí podía verla…
El agua estaba tibia y muy agradable, como me imaginaba, así que después de sentirla con la punta de los dedos de los pies, me saqué el short y la remera y me zambullí dentro del agua cristalina.
Nadé, hasta que me sentí un poco cansada, así que miré la hora en el reloj de mi celular. Todavía faltaban 5 minutos para que mi madre empiece a llamarme a cenar, pero igual tendría que cambiarme el traje de baño, por lo tanto me dirigí al vestuario.
Caminé mirando mis pies desnudos casi todo el camino, así que no lo vi venir.
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